viernes, 26 de diciembre de 2014
Mario Vargas Llosa: "No hay una mayoría de catalanes que quiera separarse"
Entrevista de DANIEL RAMÍREZ, GUILLERMO GINÉS
ABC 26/12/2014
Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú 1936) atiende a ABC desde una clínica de Marbella. Allí ayuna, no ingiere alimentos sólidos, solo toma gazpachos sin calorías y algún que otro líquido. Todo ello con el objetivo de descansar física e intelectualmente. Al ser preguntado por el peculiar tratamiento responde entre risas: «Estoy descansando solo a medias porque el ayuno lo combinan con deporte, pero ya me estoy acostumbrando». Desde la habitación de un centro que visita desde hace más de veinte años, aborda el conflicto de Cataluña con hambre, con avidez: «Estoy a sus órdenes, usted dirá, pregunte». Su pasado político aflora en las respuestas. Con un tono seguro, el que fuera candidato a la presidencia de Perú en 1990, responde a lo preguntado sin rehuir el debate, conciso, pero siempre asentando el mensaje en unos principios: el nacionalismo como «excentricidad» y como «catástrofe». De vez en cuando se asoma el premio Nobel de Literatura, el autor de «La ciudad y los perros», el Príncipe de Asturias de las Letras, viendo en el desafío secesionista «un material maravilloso para escribir novelas».
-¿Cuáles han sido los años más felices de su vida?
-Eso es algo difícil de decir. Entre ellos figuran los cinco años que viví en Barcelona, entre 1970 y 1974. Fue un tiempo muy bonito, de amistad y de reconocimiento. Barcelona fue la capital del «boom» latinoamericano en aquellos años. Hubo un reencuentro entre escritores españoles y latinos que, desde el fin de la Guerra Civil, habían estado dándose la espalda. Hubo un clima predemocrático muy interesante. Hubo una apertura cultural, no política, que Barcelona aprovechó más que ninguna otra ciudad española. Allí se tenía la sensación de estar en Europa. Se podía percibir que de los cambios que iban a venir, los culturales ya habían llegado. La vida de las ideas y del arte tenía un papel protagonista. Era un clima muy estimulante. Todos los que vivimos allí aquellos años lo recordamos con mucho cariño y con mucha nostalgia.
-Una vez comentó que en aquel tiempo no conoció a ningún nacionalista catalán.
-Hay gente que cree que esto es una exageración. Le aseguro que no. No conocí a ningún nacionalista. Tuve muchísimos amigos catalanes. Me acuerdo de Barral, Castellet, Gil de Biedma, Marsé... Podría citar muchísimos. Y no vivía en un gueto latinoamericano. Todos ellos eran demócratas y grandes enamorados de su tierra y escribían en catalán, pero no eran nacionalistas. Desde ese círculo se veía al nacionalismo como algo conservador, de señores burgueses y anticuados que no expresaban la realidad viva de Cataluña. Recuerdo que había mucha voluntad de que Cataluña pudiera manifestar su vida cultural con absoluta libertad, sin las trabas y las limitaciones que imponía la dictadura, pero, ¿quién no iba a estar de acuerdo con eso? Lo que se añoraba era la democracia, pero una democracia para toda España.
-Muchas veces se muestra preocupado y cuenta que teme que el nacionalismo sea sostenido por una mayoría.
-Espero que no sea así. Tengo mucha confianza en el famoso «seny» catalán. No creo que esto sea una fantasía literaria. Los catalanes suelen tener un espíritu práctico y no creo que piensen que esa ruptura les vaya a beneficiar.
-¿Por qué este sector político ha alcanzado ahora tanto protagonismo?
-Creo que ha habido una campaña desde el Gobierno catalán para inculcar el nacionalismo en la sociedad. A partir de la educación y del despilfarro extraordinario de recursos han ido ganando cada vez más espacio. Dudo mucho de que haya una mayoría de catalanes que quiera la ruptura con España. Además, creo que las encuestas lo confirman. La autonomía de Cataluña se puede perfeccionar, sin duda, pero dentro de la unidad que engloba el peso de la historia, de la realidad, de la economía, y de la cultura. Una de las razones del manifiesto de «Libres e Iguales» ha sido enviar un mensaje de apoyo y solidaridad a los catalanes que no son independentistas y que no quieren esta ruptura. Han estado huérfanos. No ha habido una solidaridad activa y dinámica del resto de España. Hay que hacer llegar a los catalanes no independentistas, que son una mayoría significativa, ese mensaje de apoyo y solidaridad por parte del resto.
-Cuando habló del auge del nacionalismo aquella vez, dijo: «Los dioses no lo quieran»...
-No es una cuestión de dioses -ríe- sino de seres humanos, de hombres y mujeres. Es un problema que hay que resolver dentro de la legalidad y con un espíritu dialogante. Eso es la democracia y la cultura de la libertad. Por ejemplo, dentro de los firmantes del manifiesto existen personas de toda procedencia ideológica. No es un manifiesto de partido y eso lo hace muy positivo.
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