sábado, 27 de diciembre de 2014

Eduardo Goligorsky: El silencio de los humillados y el muñeco se subleva

 
El silencio de los humillados
Eduardo Goligorsky

Libertad Digital  26.12.2014

Vi la película por primera vez en 1945, cuando tenía 14 años. En blanco y negro. Constaba de cuatro episodios de terror sutil, desprovistos de escenas gore y, por razones cronológicas, de efectos especiales digitalizados. Se titulaba "Al morir la noche" (Dead of Night), había sido producida por los estudios británicos Ealing y, entre los cuatro directores, el del episodio que me dejó marcado con una huella indeleble fue el brasileño Alberto Cavalcanti. En ese episodio, un muñeco de ventrílocuo se rebelaba contra su amo, magistralmente interpretado por un todavía joven Michael Redgrave, y se vengaba cruelmente de quien lo explotaba. La escena era escalofriante.

El muñeco se subleva

¿Necesito explicar por qué evoco aquella ficción cada vez que tropiezo, en la realidad, con las noticias y los comentarios sobre los antagonismos entre Oriol Junqueras, que hasta hace poco tiempo dictaba el libreto del guiñol secesionista, como ventrílocuo, y Artur Mas, inicialmente resignado al papel de muñeco repetidor de textos ajenos? Súbitamente, el muñeco se subleva contra su amo, no por celos actorales sino por un quítame allá esas elecciones. Las elecciones son la clave del conflicto. Y es revelador que quienes tanto énfasis pusieron en la reivindicación del derecho a decidir, conviertan ahora las urnas en un deleznable objeto de mercadeo entre facciones ansiosas por monopolizar el poder hegemónico con todos sus privilegios.
El segundo de Artur Mas en la cúpula de CiU, Josep Rull, lo proclamó descaradamente con un cinismo afín al de los hermanos Castro y al de todos los dictadores totalitarios que se pasan el derecho a decidir por el arco de triunfo (El Mundo, 14/11):
Las elecciones tienen que hacerse cuando tengamos las fuerzas suficientes para ganar.
Oriol Junqueras piensa exactamente lo mismo y por eso exige una confrontación de fuerzas sin tardanza. Confía en que ERC todavía puede aventajar a CiU por unos pocos escaños y en que sumando los partidos menores quizá -sólo quizá- pueda alcanzar la mayoría, si no para decretar la secesión por lo menos para sacar algún provecho. Pero las encuestas le recuerdan también que esa posibilidad se aleja cada día un poco más: "La independencia pierde el apoyo de la mayoría por primera vez desde el 2012" (LV, 20/12). Información, para colmo, falsa y tendenciosa, porque ya es archisabido que el secesionismo nunca ha conseguido superar el 33% del censo electoral catalán.
Lo que el ventrílocuo frustrado no puede evitar es que el muñeco rebelde se valga de todos los resortes del poder que fue acumulando con su beneplácito para seguir el derrotero -o la derrota, en sus dos acepciones- hacia la ínsula mítica. Junqueras debería haber previsto que Mas cocinaría, con ingredientes tan tentadores como el gigantesco aparato de propaganda oficial y conchabada, las manifestaciones espectaculares y los movimientos sociales domesticados, un Partido Único, el Partit del President, a imagen y semejanza de aquel denostado Movimiento Nacional, que fusionaba a falangistas y tradicionalistas para ponerlos a las órdenes del Caudillo.
Junqueras, profesor de historia, debería haber dado una tregua, igualmente, a su obsesión por las guerras dinásticas del siglo XVIII, para estudiar a fondo los procesos recientes de insurgencia totalitaria como el que él mismo está protagonizando… aunque se niegue a reconocer públicamente su verdadera naturaleza. Una mirada retrospectiva le habría demostrado que, cuando culminan, estos procesos nunca son bicéfalos, y que una de sus cabezas rueda, literal o metafóricamente. Aquí, el Caudillo desterró a Manuel Hedilla, y en el resto del mundo Mussolini marginó a Roberto Farinacci; Perón condenó al ostracismo al coronel Domingo Mercante y, más expeditivo, Stalin liquidó a Trotski y Bujarin; Castro al general Arnaldo Ochoa Sánchez; y Hitler a Ernst Röhm.
Los secesionistas bloquean el ejercicio del legítimo derecho a decidir, que se expresa en las elecciones, y recurren a triquiñuelas que dejan al descubierto sus vergüenzas, que son muchas y de larga data. Tenemos, por ejemplo, a la ANC, hasta hace poco tiempo mascarón de proa del Partit del President o Partido Único y ahora en plena crisis de descomposición, con acusaciones entrecruzadas de fraude en sus consultas internas, consultas en que el derecho a decidir quedó hecho unos zorros.

Tarde piaste, Màrius Carol
El espectáculo que han montado los secesionistas con el Partit del President y el paraguas para las tres listas de las elecciones plebiscitarias, o con cualquier engendro que se esté gestando, ha traspuesto todas las fronteras del ridículo y se ha vuelto más impresentable de lo que ya era desde el comienzo para el escenario europeo. Quienes lo jaleaban toman distancia para no implicarse en la charlotada. El somatén mediático editorializa, súbitamente alarmado (LV, 21/12):
    Desde hace largo tiempo, la política catalana vive inmersa en la incertidumbre. Los ciudadanos no tienen un conocimiento seguro y claro de lo que va a suceder. Ni siquiera muy aproximado. (…) Pero también los presupuestos están en el alero, al albur de lo que acuerden, o no, convergentes y republicanos. (…) El gasto en Sanidad estaría al nivel del de 2006; el de Bienestar, al de 2004; y el de Educación al de 2005.
A continuación, le pide al presidente de la Generalitat que demuestre su capacidad de liderazgo "y no sólo en lo relativo al proceso soberanista". Tarde piaste, Màrius Carol.

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