Las gentes de la Partida han tenido siempre una empanada mental con lo que ellos llaman el modelo federal de la organización del estado. Nos han hablado de federalismo aximétrico desde Barcelona en tiempos de Maragall, saliendo rápidamente Guerra con el:
-
Federalismo, si es asimétrico no es federal; si es federal no es asimétrico, sencillamente. (Tiempo 24.12.2001)
-
"las aspiraciones de identidad en algunas autonomías, sobre todo en el País Vasco y Cataluña, estaban bien solucionadas en la Constitución de 1978"
-
porque esa solución ya está realmente en la Constitución y es la que estamos aplicando desde 1978"
No vamos a explicar de nuevo los conceptos básicos de lo que es un estado unitario, federal y confedral y remitimos al lector a las lecciones para Montilla. De todas formas decíamos en aquel entonces (octubre de 2010):
-
Querido Montilla;
Una forma de estado no es mejor que otra; es una forma y punto, sin ninguna connotación peyorativa como aquí se pretende para justificar el dislate del "estado de las autonomías". A unos les va mejor un estado unitario y a otros un estado federal; pocos estado se configuran como confederales ya que suele ser un paso intermedio para la fusión de dos estados -o varios- en uno federal o unitario.
Para ti ignorante Montilla -y para miles de ignorantes que permiten que algunos cabrones hablen de lo que no conocen o conocen sobradamente para mentirnos- vamos a explicar con unos símiles de frutas que en su día explicaba el exministro Jose Manuel Otero Novas en su libro: Defensa de la Nación española frente a la exacerbación de los nacionalismos y ante la duda europea [Editoria Fenix. Madrid 1998. ISBN 84-88787-22-7]
-
"reflexionaremos, analizaremos, reformularemos y debatiremos. Pero nos reafirmamos en el sistema federal”
Días pasados en relación con el número de Marx Mas salió Alfredito Rub-GAL-Kabra mas tieso que unas campanillas diciendo aquello:
-
"Si Mas quiere dialogar, los socialistas estamos abiertos. Si quiere romper con España, nos tendrá enfrente"
-
Para evitar lo que consideran un desequilibrio fiscal, Convergencia i Unió viene haciendo campaña por un pacto fiscal consistente en que el Estado le entregue a la Generalitat la Agencia Tributaria y la titularidad de los impuestos. Los nacionalistas hacen esta sugerencia a sabiendas de que es imposible que ningún gobierno de España la acepte, pero basándose en la existencia del cupo vasco y navarro. Esta anomalía en el funcionamiento del estado moderno es consecuencia de la devolución de los fueros y sobre ella han llamado la atención en numerosas ocasiones las autoridades europeas. Sea como sea, se trata de una excepción soportable debido al limitado peso del producto interior bruto de dichas comunidades en el conjunto del país. La incorporación del mismo sistema a Cataluña haría inviable el Estado mismo, por lo que ningún ocupante de la Moncloa, cualquiera que sea su ideología, aceptará nunca semejante propuesta, ni es pensable que pueda aprobarla en ningún caso el Congreso de los Diputados. Por otra parte, reclamar la soberanía fiscal cuando en toda Europa se oyen voces que solicitan compartirla con las autoridades de la Unión parece un contrasentido.
-
Más de tres décadas después de aprobada la Constitución habría que decirle al Partido Socialista y al Partido Popular que esta puede y debe reformarse no solo porque lo pida Merkel sino también cuando lo pidan los españoles. Y que un pacto de Estado es necesario si queremos afrontar debidamente las tres crisis que padecemos: la económica, la institucional de España y la de la construcción de Europa. En ese pacto, que debe incluir a CDC y al PNV, la única propuesta pensable que puede suscitar el consenso, y contribuir a resolver esa trinca de problemas, es la de una España federal.
-
Dicho esto, la suposición que ha animado a tantos a manifestarse en la Diada, en el sentido de que una Cataluña independiente sería más próspera, solo puede salir de la mente calenturienta de aquellos economistas que creen que la Economía es una ciencia dura y no una rama de la acción política. Si se consumara una separación unilateral de España para Cataluña, supondría su inmediata ausencia de la Europa unida, la apertura de largas y tediosas negociaciones para su incorporación y el muy probable veto de no pocos países centrales, incluido el nuestro. En definitiva, una decadencia galopante y duradera de lo que serían el estado catalán y el español, dando así la razón al protagonista de la anécdota que relataba al principio: la independencia, lejos de ser cara o barata, empujaría a toda la Península hacia la condición de la pobreza.
Ver el vídeocometario de Carlos Herrera: Eramos pocos y se pario el federalismo
Ver el excelente artículo de José García Domínguez que es sumamente aclaratorio. Escolta Cebrián
- Si bien se mira, hay algo kafkiano en el Madrid nacionalmente correcto de la progresía. El Madrid siempre alerta ante la posibilidad de que se le pudiera confundir con los fachas. Ese Madrid atormentado, igual que el pobre José K también en busca de su propia culpa para dar satisfacción a los jueces del Castillo (de Montjuic). De ahí que tras la marcha sobre Barcelona le haya faltado tiempo para interiorizar el cuento de la Generalitat. Que España arrastra un problema secular de vertebración nacional, sostienen hoy sus más ilustres voceros. Algo que se resolvería integrando a los nacionalismos periféricos en un nuevo modelo de Estado, el federal por más señas.
Como si no hubiesen sido esos mismos nacionalismos los inventores del problema y máximos interesados en que jamás se resuelva. Como si resultaran integrables, algo que los desposeería de su propia razón de ser abocándolos a la extinción. Como si no fuese metafísicamente imposible convertir a España en un Estado federal por la sencilla razón de que España ya es un Estado federal. Como si, desde Prat de la Riba hasta el propio Artur Mas, la constante que identifica al movimiento catalanista fuera otra distinta al repudio del federalismo. Como si algo existiera más ajeno a su romanticismo narcisista que el afán nivelador que anima la idea federal.
Muy al contrario, el secesionismo de cabotaje que postula CiU nada tiene que ver con Estados Unidos, Suiza o Alemania, paradigmas del federalismo, y sí mucho con el añejo Imperio Austro-Húngaro de las novelas de Joseph Roth. Detrás de la parafernalia épica de las esteladas, lo suyo es un independentismo low cost en el que, a cambio de un módico tres por ciento del PIB catalán, la Corona y el Ejército españoles prestarían los servicios de una jefatura del Estado ornamental y de defensa de las fronteras. Amén, claro, de garantizar la permanencia de Cataluña en Europa. O sea, una confederación de facto amparada bajo el manto de una monarquía redefinida con tintes austracistas. Asunto que, por cierto, convierte en imprescindible la connivencia de la Casa Real en el proceso de voladura controlada de la soberanía. El siglo XVIII, eso, queridos biempensantes mesetarios, es lo que tiene in mente el Garibaldi de la Plaza de San Jaime.
No hay comentarios:
Publicar un comentario