La diputada autonómica escocesa Johann Lamont manifestaba: "Queremos una pregunta simple y sencilla.." en lo que se refería al referéndun en Escocia.
Lo de al pregunta clara ha tenido ocupados bastantes días a canadienses e ingleses hasta encontrar la fórmula:
Ni clara ni inclusiva; confusa y fraudulenta
Joaquim Coll en el Periodico de Cataluña (13 de diciembre del 2013)
- Para evitar lo que estaba a punto de suceder, que la negociación para acordar una sola pregunta acabara en un sonado fracaso y, por tanto, en un ridículo histórico, los partidos soberanistas han acabado bendiciendo una propuesta que a todos pudiera satisfacer sobre el papel. Pero estudiada con atención salta a la vista que se aleja de la reivindicada claridad escocesa. Se trata de una doble pregunta que empieza con un enunciado confuso y acaba con lo que podría llegar a ser un fraude democrático a la voluntad de los electores. La primera pregunta (¿Quiere que Catalunya sea un Estado?) nada significa jurídicamente. No sabemos si ese Estado es líquido, sólido o gaseoso, si se nos propone una Catalunya federada a España o confederal. Se trata de un enorme despropósito conceptual que ya había sido criticado anteriormente desde muchos ámbitos académicos. Pero siendo esto censurable, lo peor es lo siguiente. Fíjense que solo si se vota primero a favor de ese vaporoso Estado se puede participar en la segunda pregunta, la auténticamente relevante (¿y que sea independiente?). De manera que todos los votantes que hubieran cogido primero la papeleta del no o del voto en blanco quedarían automáticamente excluidos de la segunda pregunta, y no participarían en decidir el sí o no a la secesión. Podría muy bien ocurrir que la ruptura con el resto de España se impusiera al ganar el sí en las dos preguntas, pero con un porcentaje independentista minoritario en relación al total de votos emitidos. Matemáticamente, con un poco más de 25% podría ganar la secesión. En Puerto Rico, en el 2012, plantearon también una doble pregunta para decidir su nuevo estatus político, pero tanto los que dijeron que querían cambiar como los que no pudieron elegir luego entre tres opciones en la papeleta (Estado de EE.UU, Estado libre asociado soberano o Estado independiente). ¿Por qué aquí no? La doble pregunta encadenada no es clara ni inclusiva, porque ese Estado que se propone en primer lugar nada significa. La única propuesta concreta es la independencia. Sorprende que ICV-EUiA pueda apoyar, desde una posición no nacionalista, una propuesta confusa conceptualmente y fraudulenta en términos democráticos. Ayer Joan Herrera sacó pecho y dijo que los federalistas podían votar junto a los independentistas. Es un enorme engaño que no aguanta un debate racional. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Sencillamente, porque todos saben que la consulta no se hará. Que es una gran broma, aunque puede acabar finalmente en auténtico drama nacional El único que sabe lo que quiere de verdad es Oriol Junqueras. El resto son víctimas del embrujo del llamado derecho a decidir, que no es otra cosa que la autodeterminación para la independencia.
Ay que sí que sí
Juan Carlos Girauta (ABC 15/12/2013)
La consulta trampa de «los ochenta y siete» se inspira en el álgebra booleana y en la magia con naipes
- La consulta trampa de «los ochenta y siete» se inspira en el álgebra booleana y en la magia con naipes. El que sabes engaña a todos a la vez, demostrando un gran sentido igualitario: centralistas, autonomistas, federalistas, confederalistas e independentistas están en el objetivo del gran embaucador. «Los ochenta y siete» que le dan palmas deberían ser considerados una sola cosa a partir de ahora; son los diputados con que cuentan, sumadas, las fuerzas que suscriben. ¿Son astutos o cándidos?
No sé, cada uno cree ser lo primero, pero eso es imposible. Por otra parte, los ochenta y siete no alcanzan, según la legislación catalana, para reformar el estatuto de autonomía. Sin embargo, sí alcanzarían, por lo visto, para reformar la Constitución Española por retambufa. Ojo con las mangas del ilusionista.
He aquí los grupos resultantes del árbol de decisión que despliega la consulta trampa, así como los que quedan fuera al talarse gratuitamente la rama del «No a un Estado catalán», cuando bien podían haber seguido preguntando por una Cataluña nacionalidad o región, por una región descentralizada o no, etcétera. La ventaja es que todo en el álgebra booleana nacionalista es gratuito. Vamos allá.
Grupo Sí-sí: Que sí, que sí. Que te digo que sí. Han colado a los independentistas una condición que jamás compraría ningún otro pueblo autodeterminante del planeta. Será que les falta la mala leche ex colonial. En idiomas como el francés -o el catalán ampurdanés- hay que negar dos veces para que algo se entienda realmente negado. Lo que no se conocía era un código que obligara a afirmar dos veces para dar por hecho que asientes. La estafa de Mas a este grupo consiste en ofrecer al votante dos oportunidades de descolgarse de la independencia en una misma consulta. Aunque fuera legal, jamás la ganarían los pobres ilusos.
Grupo Sí-no: Encaja con el carácter catalán, magistral y escuetamente resumido por Josep Cuní en su ya célebre «Sí pero no». Esta opción insólita, llamada a desbaratar el derecho comparado, es un gran regalo para los indecisos, para Unió, para las niñas caprichosas y para los federalistas del PSC que opten por no boicotear la consulta. Podríamos definir tan flojo «sí», tan desganado «sí», como el sí de las niñas. Dada su incoherencia, atraerá a las gentes del común, que jamás se han planteado el asunto: «¡Coño, sí, pero no; para compensar!» Este grupo no necesita ser estafado porque es, en sí mismo, una estafa. A Mas le ha bastado con hacerle un hueco.
Grupo No: Tienen derecho a sentirse discriminados, pues su respuesta corta la comunicación con el poder tontorrón -tan locuaz con otros- como si se colgara el teléfono. «¿No? ¡Pues a tomar viento!» Es un grupo estafado con la premura de votar, tan extemporánea, cuando lo único que podemos hacer fuera de un referéndum legal sobre la independencia es boicotearlo todo, sin piedad. Pasaremos ahora a los grupos inexistentes pero concebibles:
Grupo No-No: Al negarnos esta vía («No quiero un Estado y no quiero un Estado independiente») se creen muy listos y vienen a decirnos que lo primero presupone lo segundo. Pero hay quien desea negar dos veces al Estado catalán, y hasta tres. Además, también el «sí» a la primera presupone el «sí» a la segunda y bien que les dejan pacer fuera de la lógica y del diccionario.
Grupo No-Sí: Si cree usted que no se puede estar contra el Estado (catalán o no), y a favor de crear uno (catalán), es que no se ha paseado por los bares de Gracia.